domingo, 1 de diciembre de 2013

La vuelta al mundo en mototaxi

Panamericana Norte, en pleno desierto de Olmos. Richard, con un arnés en mano, arrastra el mototaxi malogrado.
Panamericana Norte, en pleno desierto de Olmos. Richard, con un arnés en mano, arrastra el mototaxi malogrado.
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Hace un año que los británicos Nick Gough (28) y Richard Sears (28) viajan por el mundo en una mototaxi promoviendo la educación. La llaman Tuk Tuk y con ella han batido el récord mundial del viaje más largo. Cuando usted lea esta nota, ambos estarán en Tacna rumbo al norte de Chile.
Texto: Oriana Lerner K. / Fotografía: Miguel Mejía
Son amigos desde pequeños y han vivido muchas experiencias juntos, pero fue en un viaje de vacaciones a Tailandia donde vieron una mototaxi por primera vez. El fuerte sonido del motor hizo que la llamaran Tuk Tuk. Quedaron fascinados con ella, su plan era hacer un negocio de mototaxis en Londres, pero fracasaron. Luego de un tiempo tomaron la decisión de emprender esta aventura sobre tres ruedas. Vieron en este vehículo la opción de conocer mejor cada lugar y de interactuar con la gente de una manera más abierta. 
Era enero del 2010 y ambos muchachos empezaron a planear su viaje. Lo primero que dijo la madre de Nick fue que ella también iba a renunciar a su trabajo, comprarse una mototaxi y así poder seguirlos y verificar si estarían bien. No le gustó la idea de ver partir a su hijo hacia un viaje tan incierto. Aun así, nada los detuvo. 
La meta era encontrar proyectos educativos aislados, trabajar con ellos y poder hacer un documental mostrando las distintas realidades en el mundo. La práctica la tenían desde que acabaron la carrera. Nick estudió economía y Richard, filosofía. Ambos eran profesores en la Universidad de Cardiff, en Bristol, Inglaterra, y habían conseguido que su casa de estudios financiara la mitad de su viaje.
Empezaron a contactarse con gente que se dedicaba a viajar por el mundo, planearon la ruta del trayecto, aprendieron cosas básicas sobre mecánica y primeros auxilios, iniciaron clases de español y fundaron una caridad: Acuerdo Educacional Tuk Tuk. A través de ella podrían recibir donaciones que luego serían llevadas a cada una de las comunidades que encontrarían en su travesía. 
ARRANCANDO
Estaba todo listo. La moto taxi tendría que llegar de la India a Londres días antes de iniciarse los Juegos Olímpicos 2012. No podían coincidir en el día exacto en que partirían así que pensaron: “este año los Juegos Olímpicos son en Londres, la sede del siguiente será Brasil. En símbolo de unión y fraternidad, salgamos el día de la inauguración y terminemos nuestra ruta en Rio de Janeiro”. Fue así como  que partieron en agosto del 2012. La despedida fue dura, sobre todo para Richard, quien tuvo que dejar a su novia. Entre abrazos, besos, llantos y mucha ilusión, se subieron en el Tuk Tuk y emprendieron un largo camino. Quedaron en que cada uno manejaría durante una hora. 
Empezaron su recorrido por el sur de Londres y luego tomaron un barco que los dejó en Francia. Atravesaron los Pirineos y llegaron a Barcelona donde, por cosas del destino, conocieron a Elijah Wood, el protagonista de la película “El señor de los anillos”. “Pasábamos por una pequeña calle y vimos cómo grababan una escena de la película. Elijah fue  muy amable, se acercó a saludarnos  y le contamos sobre nuestra aventura”, cuenta Nick. Ambos se ríen al recordar esta anécdota ya que sus amigos les dicen hobbits “porque somos pequeños y gorditos”.
Luego, continuaron hacia Italia, Eslovenia y Croacia donde tomaron otro barco que los trasladó a África. 
Llegar a aquel continente fue emprender una experiencia salvaje. Mientras avanzaban por largos caminos de trocha el movimiento de la mototaxi se hacía más intenso así que ambos bromeaban que era como tener un masaje africano. En Uganda y Botsuana viajaron rodeados de elefantes, a quienes no les hacía mucha gracia el sonido del motor. “Levantaban sus orejas y hacían ruidos extraños, estaban muy cerca a nosotros”, recuerda Richard. Durante una semana durmieron en una carpa a la intemperie y admiten que tuvieron miedo por la cercanía de fieras salvajes.
Al norte de Camboya encontraron pueblos con métodos precarios de educación. Había alumnos con ganas de aprender, pero no contaban con lapiceros ni papel. Había una pizarra pero no tenían tizas para escribir en ella. Se quedaron ahí una semana y recopilaron material para su documental. 
Confiesan que al inicio tenían miedo, sobre todo de las personas que encontrarían en el camino. Pero ahora sonríen luego de contarnos que “la mayoría de personas en el mundo son amigables, nos han ayudado. Nos dimos cuenta de que en realidad teníamos muchos prejuicios”. La dupla tenía como siguiente destino Nepal. Allí probaron los manjares naturales del lugar: roedores, escorpiones e insectos. Todo iba perfectamente bien, hasta que llegaron a América de Sur.
RÉCORD MUNDIAL 
Ecuador les dio la bienvenida a nuestro continente. Allí trataron de buscar proyectos pero no les fue bien. “Queríamos encontrar algo que no fuera conocido, que no tuviera mucho financiamiento.  "Se nos hizo difícil, entonces decidimos continuar nuestro recorrido”, recuerda Richard, quién es todo un experto en temas sobre el Medio Oriente. 
Entonces partieron hacia Piura. Allí encontraron una escuela de tablas que promovía la inclusión de los niños de la zona a través del deporte. Con ellos compartieron unos días hasta que, la última noche, se vieron amenazados por los lugareños que intentaban  robarles. 
Al día siguiente, Richard y Nick continuaron la travesía por la Panamericana Norte. Ya habían recorrido treinta y siete mil kilómetros cuando de pronto empezaron a oírse sonidos raros que salían del motor y los cambios empezaron a fallar. La moto no avanzaba y dejó de funcionar. Estaban a la altura de Chepén y a setenta kilómetros de batir el récord mundial del viaje más largo. “Pensamos en dejarlo todo y regresarnos, fue una situación crítica”, recuerda Nick. 
Ambiciosos, obstinados, no se dieron por vencidos y decidieron jalar la mototaxi con un arnés durante tres días hasta cumplir el ansiado récord. “Era realmente doloroso, además teníamos calor, estábamos sucios y cansados. No teníamos dónde dormir, así que en las noches acampábamos al lado de la carretera”, dice Richard, sorprendido de su hazaña. Entonces, llegando a Chiclayo, sucedió lo inesperado.  
Casi como un ángel salvador, vieron acercarse una mototaxi igual a la de ellos, “la distinguimos por el sonido del motor”, dice Richard. El conductor resultó ser un mecánico experto en este tipo de vehículos y amablemente los ayudó. En estos momentos, tenían dinero para pagar sólo a un mecánico más, era la última esperanza. En dos días desarmaron todo el motor, lo limpiaron y finalmente arreglaron el Tuk Tuk. No pudo pasarles algo mejor, su problema estaba resuelto y esta semana  pudieron llegar a Lima. Aquí permanecieron seis días trabajando  con una comunidad de nativos shipibos que viven cerca al Río Rímac. 
Al verlos manejar la moto taxi por las estrechas calles de Barranco, la gente volteaba a verlos y curiosos todos, preguntaban de dónde habían salido este par de locos. Ellos iban en busca de leche, como buenos ingleses, están acostumbrados a tomar té con un chorrito de leche. “Yo extraño la leche de Bristol como Richard extraña a su novia”, bromea Nick.
AL VOLVER
Cuando usted lea esta nota ellos deben estar en Tacna. Les falta poco para acabar este gran viaje y llegar a Rio de Janeiro donde tomarán un avión hacia Londres. El siguiente paso es editar el video y hacer un documental; mostrarlo en centros educativos, compartir las historias a través de la página web y que su fundación reciba donaciones. La idea es acercar y concientizar a los jóvenes sobre esta realidad. “La educación, además de ser un derecho universal,  es una manera de progresar”, dice Richard. 
No nos sorprendamos al ver un libro escrito por estos aventureros. Está en sus planes a corto plazo.  Como también tienen previsto coger la mototaxi  y cortarla por la mitad. Lo harán al volver a casa y cada uno se quedará con una parte. Ahora tienen una lista más larga de futuros destinos, pero esas travesías serán sobre cuatro ruedas.  

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